domingo, 20 de febrero de 2011




Correr y perder el tren en la hora de partida.
Una guitarra de fondo dicta lo que quiero decir,
Pero la máquina de escribir ha dejado de funcionar.
Los arrabales ya no son peligrosos para nadie.
Las sombras ya no arropan a los ladrones,
Que tratan de esconderse entre multitudes
Y robar las plumas que contienen la vida.

Caes de repente hacia un domingo lluvioso,
Las gotas golpean la ventana,
Como palabras que ya no venían a tu boca,
Como canciones que rescataste del olvido.
Un domingo lluvioso, tranquilo, adormecido.
Un domingo de melodías afluentes
De compañías solitarias.

Un café por favor,
Quizás me haga falta más azúcar.
Para esta amarga canción que intento componer,
Una oración si es posible, que levante las minifaldas,
Y explosione los acordes que toco aquí,
Con mi guitarra.

Un letrero colocado en su puerta,
Escrito a pintalabios, decía lo siguiente:
“Solo si me dejas alejarme para dejarte huella
Te dejare entrar hasta el fondo,
Para echarte a patadas por irte sin mi”.

Así que me dispuse a cerrar el contrato,
Y dejarme ganar por una vez,
Entrando en su juego,
Mire las cartas sin que se diese cuenta,
Y me aprendí todas sus artimañas,
Pero ya nada de eso importa.
Porque ahora ya no existe esa historia.
Todo se marchito tras el invierno
Y la soledad regresó como un halcón,
Que caza su presa, matándola al instante.

Correr y perder el tren en la hora de partida.
Una guitarra de fondo dicta lo que quiero decir,
Pero la maquina de escribir ha dejado de funcionar.